(Español) Mercedes Salisachs: “La Gangrena”. Planeta. Barcelona. 1975. 536 pgs.
Después de haber leído y disfrutado varias obras recientes de Mercedes Salisachs, cae en mis manos este libro con el que la autora conquista el Premio Planeta en 1975. Tenía, entonces, 59 años –los últimos libros que he leído suyos los escribe con ochenta y muchos- y el estilo es el mismo. La forma, quizá, más dura, más directa, para zambullirse en las miserias humanas, las dudas, el engaño, el perdón, la confianza y el arrepentimiento. Toda esa constelación de pasiones y heroísmos que acompaña a las gentes, “como un mal que los roe por dentro, una gangrena que tal vez se llame vivir”.
Salisachs es contundente y al mismo tiempo elegante, llama a las cosas por su nombre y nos permite vislumbrar siempre, aun en la más honda desventura y prevaricación, una luz de esperanza. No condena a sus personajes sin darles la oportunidad del arrepentimiento. Como anoté hace algún tiempo con motivo de una de sus obras más recientes, se comporta como una madre que confía en la formación con la que ha amamantado a sus hijos y, aunque los vea momentáneamente extraviados, sabe que volverán al redil.
La Gangrena es un libro de tamaño respetable, más de 500 páginas en ediciones populares con tipografía pequeña. Divide los capítulos con nombres de mujeres, un modo muy femenino, o mejor, un modo femenino de interpretar lo que quizá los hombres pensamos de las mujeres de nuestras vidas. Al fin y al cabo, el protagonista y narrador es Carlos Hondero, y su historia se desarrolla desde los tiempos de la monarquía y la dictadura de Primo de Rivera, en la España de los años 30, hasta los momentos casi finales de la época franquista. Una narrativa cautivante, sin abusar en descripciones sobrantes porque lo que interesan son los personajes que, esos sí, los diseca hasta el tuétano, con el bisturí de diálogos precisos, concisos, redondos. Una frase, aun entrecortada, es una radiografía del alma. Y hay otras frases que se dirigen al lector, para provocarle la reflexión, ingrediente que completa el encanto de la lectura de esta obra. Para muestra basta un botón: “Seria curioso comprobar desde una plataforma neutral los delitos que a diario cometemos los hombres sin sentirnos culpados. Probablemente, las sorpresas que íbamos a llevarnos superarían con creces cualquier suposición”.
Lo único que siento, después de todo lo dicho, es no haber descubierto esta autora antes. Y también el hecho de no encontrar sus libros traducidos al portugués, pues me serían de enorme utilidad para las tareas educativas –desafíos diarios- en las que me encuentro involucrado.