(Español) Gonzalo Giner: «El Jinete del Silencio»
Gonzalo Giner: “El Jinete del Silencio”. Temas de Hoy. Planeta. Madrid 2011. 717 pgs.
Una agradable novela de aventuras emplazada en la época de la España Imperial, en pleno siglo XVI. Su autor, un veterinario transformado en escritor que hace de los caballos los protagonistas de su novela. Más que protagonistas, el hilo que hilvana el guión, ameno y cautivante, que transita por Andalucía, Jamaica y la Nápoles del Renacimiento. No es un libro de caballería, sino de caballos, donde los caballeros son papeles secundarios aunque imprescindibles. La biografía es algo genuino de los humanos, y los equinos se enganchan en ellos para esculpir sobre el molde de vida de sus jinetes sus peculiaridades.
Aunque la biografía de un caballo es siempre la de su género, la de su especie, el autor –que confiesa su pasión por el noble animal- quiere darles vida propia; y hasta destaca sus virtudes que, en ocasiones, se echan de menos en los humanos que conviven con ellos. “Pudo reconocer entre los que seguían atados al Guzmán, a aquel hermoso caballo que había visto con Yago. Se encontraba en estado lamentable; las costillas marcadas y el vientre hundido y seco, los ojos tristes. Apenas se aguantaba en pie, pero a pesar de todo el caballo esperó tranquilo a ser desamarrado. No demostraba inquietud como los demás, apenas se movía, estaba claro que en su caso el temple superaba al instinto. Debía de llevar casi tres semana sin comer, apenas sobreviviendo con el agua que le llegaba a través de una canaleta. Su aspecto estaba deteriorado, pero el temperamento no. (…) Formaba parte de una estirpe de caballos preparada para resistir adversidades, disciplinada y obediente, hasta el extremo de rechazar sus propios deseos o necesidades”.
Personajes variados, virtuosos unos, abominables los otros, se suceden en la secuencia de las páginas que, atractivas, se pueden leer casi al galope. Aventuras y dificultades, mezquindades y amor generoso, afecto y crueldad, se tercian en cadencia llevadera a lo largo de casi 30 años de saga.
El Renacimiento promueve el arte en todas las dimensiones: arquitectura, pintura, poesía, música. En Nápoles se establece la primera escuela que busca el arte en la equitación: la estética ecuestre. Un desafío que supone trabajar no solamente con elementos inertes , sino con seres vivos. Se entiende el consejo del arquitecto a su amigo que promueve el adiestramiento de los caballos por encargo del Virrey de Nápoles. “No creáis que el arte se encuentra en los medios que habéis puesto para conseguirlo, ni tampoco en la técnica empleada; el arte está en el resultado que vuestra creación produce sobre quien la escucha u observa. (…) Para que un caballo pueda daros su arte, tendréis que encontrar antes su alma. Cuando eso suceda, estoy seguro de que conseguiréis asombrarnos, emocionarnos, y en muchos despertaréis sensaciones que nunca otro animal haya conseguido antes. Pero debéis localizar las fuentes de su espíritu…Mi consejo es que busquéis a alguien que se capaz de hacerlo. Sólo entonces podréis obtener una casta grande, un animal que respirará arte, esencia, emoción”.
Ese alguien es Yago, el principal protagonista que será el eslabón entre el mundo de los caballos y el de los humanos. “Un muchacho que llevaba el sufrimiento cosido en su alma. En su silencio, se entendía con los caballos. Le costaba hablar, y como el caballo no respondía al lenguaje de los hombres, aprendieron a compartir el lenguaje de las emociones. Yago, en su silencio, fue consciente de que él también era capaz de identificar esas virtudes y defectos en un animal, pero de una manera diferente. Él lo hacía de un solo vistazo; era capaz de ver todos los detalles a la vez y sin demasiado esfuerzo. Así lo hacía desde que era muy pequeño, y no solo al mirar un caballo; también con un cuadro o en un paisaje. No veía un objeto o animal en abstracto, sino en cada una de sus partes”.
Esta compresión –que casi podríamos llamar fenomenológica- de los caballos salpica todas las aventuras de la novela, desde los mil peligros de muerte hasta los amores, pasando por la crueldad de los terratenientes con los esclavos. Si lo que importa en el arte es el resultado que produce en quien con ella se depara, no cabe duda que el autor consigue, desde su profesión de veterinario, un resultado favorable en los que nos aventuramos a leerlo, aunque no entendamos de caballos. Los seres humanos que les rondan, son nuestra conexión afectiva. “En aquella cabaña se habían conocido tal vez más que otras muchas personas lo harían a lo largo de toda su vida. Se descubrieron por dentro pero también por fuera al curarse el uno al otro las heridas”.
Comments 1
Extraordinaria reseña de un libro memorable :El jinete del silencio.
Uno más de los aciertos del ilustre Doctor en Medicina Pablo González Blasco. Saldré a comprar esta -sin duda- estupenda novela de aventuras.
Arnulfo Irigoyen
Ciudad de México