(Español) Julia Navarro: Dispara, ya estoy muerto
Julia Navarro: Dispara, ya estoy muerto. Random House Mondadori. Barcelona 2013. 902 pgs.
Una novela. Es lo que se lee después del título de esta nueva entrega de Julia Navarro. Una advertencia necesaria, por lo espinoso del tema. Como decía otro escritor, en tesitura análoga, “me he inventado los diálogos, pero los hechos son esos, no hay vuelta de hoja”. Aquí se inventan los diálogos y la mayoría de los personajes, pero el esqueleto histórico es real. Algo muy de moda en la pluma de las escritoras españolas de hoy, que se convierten en best-seller. La ficción sobre la historia, haciéndola llevadera, aproximándonos de ella, sintiéndonos de la familia, como la propia autora reconoce: los personajes de esta novela ya son parte de mi vida. No sé si tiene algo que ver, pero las lecturas de estas novelas de autoría femenina, me traen a la mente el comentario de Ortega en su inolvidable ensayo, Estudios sobre el amor, cuando dice que la mujer consigue hacer de cualquier oficio, una costumbre, una prolongación de su hogar. Las ejecutivas con su oficina, las enfermeras en su ambiente de sanidad, y….las escritoras en las páginas que amablemente comparten con los lectores. La conclusión es mía, claro.
El telón de fondo de la novela es sencillo. Le emigración de judíos rusos, perseguidos en su tierra natal, para Palestina, la que fue su tierra hace más de dos mil años que, naturalmente no está ofrecida a modo de solar deshabitado, sino ocupada por los naturales del lugar –palestinos- donde se cuentan musulmanes y también judíos, que conviven pacíficamente. Y dentro del escenario, los personajes que dan cuerda a la historia que se lee con gusto, casi con avidez. La amistad entre dos familias –una de judíos inmigrantes, otra de musulmanes- es el hilo que teje el enredo. Una saga que se prolonga en los descendientes, en los hijos de sus hijos. Surgen generaciones –la lectura reciente de García Márquez me hace evocar Cien Años de Soledad, transportando la hacienda de los Buendía para la aridez de Palestina- que nacen amigas, y que ven descomponer su amistad con las intervenciones extranjeras para “dividir la tierra que siempre fue nuestra y donde siempre hemos convivido”. La buena voluntad, y las virtudes de los personajes parece que no consiguen superar el destino impuesto por los que democráticamente quieren resolver los problemas de los otros. “Yo te oigo hablar y pienso como tú, pero luego, cuando salgo ahí fuera, veo que las cosas son diferentes, que los hombres somos diferentes”
El hombre es un ser telúrico. La tierra le atrae, le amarra, como sus propias raíces. “Es la tristeza que conlleva la orfandad. El padre es el techo, la madre el suelo, y cuando ambos desaparecen uno siente que también ha iniciado la cuenta atrás y que ya no tiene sujeción alguna, quedando suspendido en el aire”. Es posible que la globalización y los itinerarios cosmopolitas que la vida de hoy nos impone difuminen esta realidad. Pero ahí tenemos los conflictos insolubles de oriente medio para sacarnos de dudas.
Una novela donde se cuentan las historias –muchas, cantidad de personajes, casi es necesario un índice de actores como si de Guerra y Paz se tratase- y se cuentan de modo ágil, atrayente. Siempre en forma de flash-back –otra modalidad que se estila en nuestras escritoras de historia-ficción- en forma de mano a mano entre los dos principales narradores.
Una historia inventada sobre un escenario real que bien podría albergar los personajes que se nos presentan. ¿Tiene solución el conflicto? La autora no se atreve a responder, pero no parece tener muchas esperanzas. Un par de frases pellizcadas de sus personajes nos dan la pista: “Los sueños de la juventud se estrellan contra la realidad de la vida cotidiana. Lo escribió Maiakovski refiriéndose al amor, pero lo mismo sirve para todo lo demás” –afirma con decepción un amigo al otro que, muy a su pesar, lo tendrá como enemigo si las cosas siguen el rumbo que se adivina. Y, la otra, que salpica varias veces el texto es apabullante: “Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando”.