Juan Llopis: Las Amantes del Führer
Juan Llopis: Las Amantes del Führer. El club de la Niebla. Madrid. 2022. 268 págs.
Un compañero del colegio -hace mas de 50 años que no nos vemos- nos ha salido escritor, después de una trayectoria de vida, curiosa y apasionante. Debe haber visto que yo también hago mis pinitos escribiendo, y me pregunta : “Ya has leído alguna de mis novelas?”. Como, desde este lado del Atlántico, me queda un poco lejos, le digo que no. Y él, ni corto ni perezoso, me hace llegar ésta, con una dedicatoria que más o menos dice : “a mi querido compañero de colegio, espero que te guste, no seas muy duro en tu crítica. Lo importante es difundir la cultura que D. Javier Andreu nos estimuló en los años escolares” Hay que aclarar que D. Javier fue nuestro profesor de literatura que nos abrió los ojos para la importancia de la cultura -eso que, en el decir de Ortega, nos salva del naufragio vital. La verdad es que, pasado casi medio siglo, vuelvo una vez y otra sobre libros que nos recomendaba y comentaba. Los leo, anoto, escribo, y así vamos divulgando la cultura y, más importante, empapándonos de ella, porque eso es, sin duda, lo primero.
¿Y esto de las amantes de Hitler, como se le ocurrió a Juan Llopis? – pensé. Nos lo explica en las primeras páginas, cuando se zambulló en una biblioteca que, al parecer, le llegó de su suegro. Esos son suegros que merecen todo nuestro respeto, un legado de libros.., en tiempos de analfabetismo con maquillaje digital. Escribe Juan: “Encontré algunas biografías de Adolf Hitler. Siempre he tenido debilidad por los malos. Me ha movido el interés por conocer el comportamiento de aquellos hombres que se han caracterizado por ser los más depravados de la historia y, sobre todo, por aquellos que además, en un periodo importantes de sus vidas, han sido seguidos por millones de personas hasta límites que rozaban la locura. Hitler, Stalin, Mao tiene el privilegio de formar parte de ese grupo de tiranos adorados y odiados de igual manera (…) Es un vendedor de humo, un peligroso populista. Miles de personas lo aclamaban, rodeado de banderas y estandartes. Parecía el sumo sacerdote de una ceremonia religiosa”
“Dice Hitler: sólo los fracasados los ineptos puedes seguirte sin límites. Eso lo conocían muy bien los bolcheviques. Pero ellos querían una revolución internacional que incendiara el mundo del proletariado. Nosotros queríamos eso, pero solo para Alemania. Porque es imposible esa utopía para toda la humanidad”. Y aquí, los que vamos leyendo por doquier, empiezan los arcos voltaicos, y las conexiones con otras lecturas. Sí, los tiranos amados y odiados, pero hay que echar una ojeada a la versión Iberoamericana de todo esto, magníficamente plasmada en el libro de un escritor colombiano contemporáneo: Delirio Americano. Sin desperdicio, lo mismo que los tiranos del antiguo continente, pero ¡con sabor de rumba, de mambo, y hasta de tango!
¿Y las amantes, que pintan en todo esto? Llopis lo deja claro desde el principio, son guarniciones del plato principal. Nada más. “Todas las mujeres que aquí constan quisieron a Hitler hasta la muerte, con verdadero fanatismo. Aguantaron sus rareza, y siempre estuvieron en la sombra, esperando al guerrero (…) Posiblemente su único amor era Alemania, como repetía muchas veces. Lo cierto es que solo estaba enamorado de sí mismo. Era el claro ejemplo de un narcisista incorregible. Era un hombre temido, un dictador implacable. Pero en relación con las mujeres, era un romántico depresivo esquizoide”
Las amantes y los otros actores secundarios sirven para perfilar mejor la figura del Führer. “Dice un testigo de su trato con Hitler: fuera de sus actuaciones en público, mano a mano, por lo menos conmigo, era sencillo y no acusaba el más leve propósito de impresionar. ¿Cuál era el verdadero Hitler”. O por ejemplo, los caprichos gastronómicos, sorprendentes: “Era un convencido vegetariano. Jamás bebía alcohol. Le comentó que no podía soportar comer animales, sin dejar de acordarse de que en algún momento estaban vivos”. ¡Ahí queda eso, para ver quien lo digiere!
Entre la primera de sus amantes -Gali, su sobrina- y la última -Eva Braun- se suceden toda una serie de mujeres que, insisto, no son sino el contraluz sobre el cual aparece la figura de Hitler. Y Llopis monta un diálogo entre ellas -la primera y la última- para dar más luz a estos contrastes. “Gali Lo quería, lo deseaba, pero necesitaba ser el centro de su universo, no un juguete para su satisfacción No podías ser un capricho para ser usado y después guardado en un cajón, hasta la próxima vez (…) Él dice que lo primero es Alemania, pero la verdad es que lo primero es él y solo él. Tu eres terciaria y eso….con mucha suerte (…) Todas hemos sido un plato de segunda. Como todos los dictadores el Führer solo se quería a sí mismo. Incapaces de amar a nadie , ni a su propia nación. Aunque ellos cacareen su profundo amor a la patria. Falso. Su pasión es exclusiva a si mismo. Narcisos intelectuales están convencidos de su superioridad sobre el resto de sus compatriotas. Se consideran elegidos, designado por la providencia o por el destino, pero únicos en su papel”.
Y, aunque esto aparece con claridad meridiana, parece que las mujeres no se enteran…..o no quieren enterarse. “Sus principales armas de persuasión eran sus ojos y su conversación. Dominaba la palabra y con ella conquistaba a las masas….y a las mujeres (…) Una maldición persigue a las mujeres que se enamoran de Hitler. La tendencia desesperada a suicidarse por perder la atención de su líder. Suelen ser mujeres jóvenes que desperdician su vida en el momento que más podían conseguir de esta. Casi siempre, utilizando un arma de fuego regalada por el mismo Führer”.
Los momentos de intervención de Eva Braun -que acabó casándose con Hitler “in articulo mortis”, confirman todo este tinglado, donde primero viene él, después la patria, y luego las mujeres. “A Eva Braun no se le permitió acompañar a Hitler a eventos públicos. Siempre fue muy discreto sobre su vida privada. Y consideró necesaria esta actitud después del interés que había suscitado el suicidio de su sobrina. Tengo otra esposa: Alemania. Estoy casado con el pueblo alemán y su destino (…) Es increíble que unos de los hombres más poderoso de la tierra necesitara el beneplácito de una jovencita aldeana. Si le era imprescindible y lo valoraba más que la opinión de la prensa especializada. Si existió continuidad con Eva es porque nunca quiso ponerse por delante del Hitler histórico y siempre fue una figura en la sombra. Eso la hizo perdurar en el tiempo. Las demás querían tener más importancia que Alemania y con ello lo que consiguieron fue transformarse en puras anécdotas de su vida. Eva, aunque hacia ese papel no quiere decir que no sufriera. Era una mujer perdida e incondicionalmente enamorada, y esta situación la había sumido en varios estados depresivos”. Y así lo reconoce Hitler poco antes de suicidarse con Eva, en su testamento final: “Al final de mi vida he decidido casarme con la mujer que, después de muchos años de verdadera amistad….”.
La lectura de esta novela -porque es novela, no investigación histórica- me recordó el caso de otra, fascinante, con la que Javier Moro conquistó el premio Planeta, narrando la independencia del Brasil, encarnado en la figura del emperador, D. Pedro I: El Imperio eres tú. Después de leerla -en español, claro- y de comentarla en portugués (por motivos obvios, la mayoría de mis lectores) me entero de que algunos “fundamentalistas” de este Brasil, que adopté como patria hace casi medio siglo, protestaron. “¿Dónde se ha visto? Un español contando nuestra historia” -decían. Y Moro, sin pelos en la lengua, contestó: “Un momento, yo me he inventado los diálogos, pero no los hechos. Esos son lo que están registrados”. Silencio, y paz, por lo menos aparentes.
Ciertamente Juan Llopis inventa los diálogos, basándose en los hechos. Y aquí está mi discreto “sed contra”, como decían los clásicos. Cuando los diálogos entrañan amantes y fisgoneos íntimos, hay muchos modos de inventárselos. Y no se si echarle más salsa picante es fruto de la imaginación de quien escribe, o un intento de rebajar moralmente más al protagonista.
Mientras pensaba en esto, me vino a la memoria un párrafo que tenía anotado en mi fichero, del ensayo de Marañon sobre Don Juan: “Otro rasgo propio del instinto donjuanesco es la ostentación escandalosa y deliberada de sus éxitos amorosos; la exageración de éstos; e incluso su invención, como hacen también los adolescentes. La condición inexcusable del grande amor es, por el contrario, el misterio. Sólo en él crece la pasión verdadera. Casi ninguna de las cosas verdaderamente profundas que han ocurrido entre hombres y mujeres las han sabido los demás; y por eso sabemos todos tan poco, todavía, del amor”.
Hitler -lo dice Llopis- era discreto en este tema. Pero cuando inventamos los diálogos, podemos avanzar en un terreno que en el fondo desconocemos. Y la indiscreción picante, no ayuda, porque, en el fondo, sabemos muy poco del amor. Confieso que recordé esto sin buscarlo. Debe ser la tal cultura que debemos difundir, como en la dedicatoria me sugiere el autor. Enhorabuena a Juan Llopis por esta novela, y por el marco -las amantes- que resaltan el cuadro principal: la figura, siempre desconcertante, del Führer.
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Totalmente recomendable está crónica de Pablo González Blasco sobre el libro de Llopis. Algunas frases memorables : cuando habla del suegro que heredó la biblioteca…en donde se encontraban los libros que daban cuenta sobre los amores de Hitler. También, es significativo el retrato de los tiranos, incluso los actuales, que solo se aman así mismos. Me ha recordado a dos que tenemos muy cerca en México. Saldré a adquirir la obra de Llopis.