(Español) Rafael Hidalgo: “Julián Marías. Retrato de un filósofo enamorado”
Rafael Hidalgo: “Julián Marías. Retrato de un filósofo enamorado”. Rialp. Madrid. 2011. 248 pgs.
Tengo una natural repulsa –quizá fruto de algunas experiencias menos afortunadas- a leer libros sobre escritores y pensadores, esas síntesis explicativas que ni te dejan ver quién es el personaje, poco conoces de su obra, y tampoco te queda claro qué es lo que el autor de la síntesis quiere transmitir, a no ser su entusiasmo por lo figura estudiada. Prefiero leer las obras originales, intentar entender, aunque la idea que me haga diste mucho de las apreciaciones de los especialistas, escritores de estudios críticos. Lo que me cautiva –o me repele – es lo que el escritor crea y no la opinión que otros puedan tener de él. Quizá por este motivo, me pasó desapercibido el libro que ahora me ocupa. He debido leer los titulares en las críticas literarias, sin detenerme, tal vez pensando: otro libro que quiere ‘explicarnos’ a un autor. Mi suerte es que un amigo, me comentó elogiosamente esta obra, me presentó una crónica periodística sobre el libro y…..me lo prestó.
Mientras pasaba por sus páginas –lectura agradabilísima- pensé que tendría que revisar mi postura alérgica a los comentarios sintéticos. Pero, casi al final, encuentro que el propio Julián Marías coincide con mis reservas. Se lee: “Hay una tendencia casi imperativa a desmenuzar los componentes de una obra literaria, con el riesgo de que el conjunto se evapore y se desvanezca. (..) Los libros son para leerlos. La tendencia dominante hoy entre los estudiosos es analizar los libros para hacer papeletas de ellos y, si es posible, no leerlos”. Me tranquilicé y, por ahora, no pretendo cambiar de actitud. Hay mucho que leer, y se impone el arte de saber priorizar.
Por eso, ya es hora de decir que esta obra no es una síntesis, una explicación para principiantes de la vida y obra de una importante figura de la cultura española. Es un retrato, un perfil, no una biografía, sino pinceladas –acertadísimas- de un cuadro impresionista. Manchas luminosas que con la distancia adquieren perspectiva, contornos, imágenes que, en este caso, representan las ideas y la vida de un intelectual de porte. Y de un hombre de probada virtud y honestidad. Relata el propio Marías: “Me siento orgulloso de no haber dicho mentira alguna desde ….Yo tenía 6 o 7 años y mi hermano tres más. Nos prometimos no decir nunca una mentira. Y lo he cumplido”. Una conquista envidiable en el curriculum.
No hay como resumir este libro que es, él mismo, un perfil muy bien construido de Julián Marías. Querer delinear un contorno sutil entraña el riesgo de deformarlo. Se pueden, quizá, destacar algunos asuntos, a modo de aperitivo que abran el apetito para leerlo.
La relación de Marías con Ortega es uno de los platos fuertes. Discípulo y maestro, y sus diálogos de pasión por la verdad. Un diálogo dominado por el entusiasmo, por el afán de realidad, por el deseo de absorber un mundo que les parecía maravilloso. Aparece el mirar responsable de que Ortega le hablaba: “Cuando se es joven hay que abrir bien los ojos; hay que mirar, mirar, mirar; hay que llenar la retina de impresiones frescas, porque luego no se puede ya.” Y añade Marías: Hay que atenerse a las cosas, contemplarlas, porque mirando se hacen la dos terceras partes de toda filosofía…Entender el mundo, descubrir las conexiones(..) Los sociólogos de hoy creen más en sondeos y estadísticas que en andar por las calles, viajar, entrar en una tienda o una iglesia, preguntar una dirección, mirar como juegan los niños….” Por mi parte recordé el consejo que, según me contaron, Ortega dio a alguien preocupado con entender el mundo: Lo que usted tiene es que leer menos, y viajar más.
Y con el mirar responsable, y el ver viajando, pensar sobre lo que se ha captado. Ortega de nuevo: “Acostúmbrense ustedes a pensar todos los días un rato, aunque sean diez minutos. No leer, no tomar notas, sino pensar. Es fatigoso, pero verán ustedes qué bíceps se les ponen”. Marías pensaba, y a sus hijos que le miraban sentado en la butaca les decía: No creáis que no estoy haciendo nada, estoy pensando; hay que pararse a pensar y la gente muchas veces se olvida de hacerlo.
El mirar responsable se fortalece con el giro amoroso. La persona humana es una criatura amorosa, y se realiza amando. Y aquí entra todo el tema del ser sexuado, de que se es persona no de modo abstracto, sino como hombre, como mujer. La persona, sin más, es una pura abstracción. La persona real tiene forma de varón o de mujer. Por eso, cuando una mujer –acomplejada- se desposee de sus condiciones femeninas, no se masculiniza, sino que sencillamente se despersonaliza. Recordé los deliciosos escritos de Ortega en sus “Estudios sobre el amor”, un feminismo actual, desafiante, imponente. La condición amorosa de Marías tiene un nombre concreto: Lolita, su mujer, de la que siempre estuvo perdidamente enamorado, con un amor fecundo. Decía: “Yo hago libros, pero mi mujer hace personas”. Por eso, cuando se queda viudo, le falta el apoyo, el suelo, se tambalea el proyecto. Quedar sin proyecto es perder el fondo constitutivo de la persona. Lo que nos lanza al mundo y da sentido a nuestra existencia.
Julián Marías sabía ser amigo de sus amigos, de los que aparece una larga lista, y un destaque a modo de homenaje: Julián Besteiro, dirigente del partido Socialista, catedrático de filosofía en la Universidad de Madrid. Un intelectual honrado, coherente, que repulsaba las vías subversivas y violentas para las que la República y los partidos de izquierda se irían decantando. Pero se mantuvo fiel a sus convicciones liberales hasta el fin, y no abandonó Madrid cuando finaliza la guerra, y todos los miembros del Comité Nacional de Defensa –los escombros del gobierno de la república- habían escapado en avión hacia Valencia. Marías, que colaboró con Besteiro escribiendo, y por quien tenía gran admiración, cuenta la actitud ejemplar de ese líder soñador: Le preguntaron- Y usted, profesor Besteiro, ¿qué piensa hacer ahora? La respuesta no se hizo esperar: Yo, que nunca dije ‘O nos salvamos todos o todos pereceremos’ me quedaré con los que no pueden salvarse’.
El perfil nos muestra la grandeza de un hombre que vivía la amistad. Nunca dijo quién le había denunciado al final de la guerra. Nunca se supo. Y es que Marías camina de pecho descubierto, de corazón abierto. No quiere juzgar a quien se ha declarado su enemigo, lo único que ansía es que se salve. Una fidelidad a prueba de bomba. “Es muy raro que rompa con mis amigos; ni siquiera que los olvide; a veces los hay que me producen algún malestar o descontento, quizá una decepción, pero me resisto a darlos de baja, y espero”.
Marías es un liberal, que sabe convivir con todos, respetar e intentar entender, sin perder su personalidad, sin dejar de ser el mismo. “He tenido grandes admiraciones y grandes entusiasmos, he querido mucho a estas personas pero no he coincidido totalmente. He tenido una relación próxima con personas interesantes. Pero me ha molestado la actitud de ‘incondicional’. He mantenido cierta independencia. Siempre he buscado ser yo mismo, por fidelidad a mí mismo, a lo que era. No he imitado a nadie. Lo que he hecho es nutrirme, enriquecerme….pero cada uno es cada uno. El mimetismo no me ha gustado nunca. Emplearía la fórmula de ‘admiración sin imitación”.
Un liberal y un patriota, que quiere repensar España, como los intelectuales que le rodearon, como Ortega, como los del 98. “Cuando las cosas van mal la tentación es marcharse. Pero no, hay que quedarse para cambiarlas”. Amor por España, y por América, que no se entiende si no se conoce España, y tampoco se capta completamente España sin contemplar América, como decía García Lorca. La España meramente intraeuropea es una falsificación tan grande como la América indigenista.
Un hombre apasionado, que llegaba a todas partes adelantado, con una prisa infrecuente; la prisa del entusiasmo. Un escritor fecundo, que pasea por los ensayos sin descuidar las cartas que considera como órganos de la intimidad. Un liberal que respeta y se esfuerza por entender a quién piensa de modo diferente, desde la perspectiva de un mirar amoroso que amplía la comprensión de este mundo complejo. San Agustín enmarca la actitud de Marías: Ama y haz lo que quieras….Y, lo cita expresamente cuando comenta: En lo necesario, unidad; en la duda, libertad; en todo caridad. Caridad y amor del que no siempre fue objeto Julián Marías, un intelectual frecuentemente olvidado –puesto en el olvido, diría yo, pues también me despojaron de su influencia en mis años de estudiante- y que la presente obra redime, y proyecta con justa dignidad.
Comments 2
Como siempre el distinguido doctor Pablo González Blasco nos regala una espléndida descripción de Julián Marías; la cual oscila desde Ortega y Gasset hasta San Agustín. Gracias al Maestro González Blasco por regalarnos estas magníficas reflexiones sobre la amistad y el valor intrínseco de lo humano. ¡Ni más ni menos!
Arnulfo Irigoyen
México D.F.
Don Pablo, por alusiones, muchas gracias. Es usted muy generoso.
Un placer y un cordial saludo.
Rafael Hidalgo