(Español) Carmen Martin Gaite: «Entre Visillos»
Carmen Martin Gaite: “Entre Visillos”. Destino. Barcelona, 1987 260. pgs.
Lo tenía en la agenda, entre mis libros pendientes. Tropecé con él en una tienda de viejos, y pasó a mi estantería donde quedo parado más tiempo del que era justo. Porque Entre Visillos es de esas novelas que uno compra, se siente, la lee, y se levanta mejor, mucho mejor que cuando abrió la portada.
Te atrapa, no quieres dejar de leer…Y, al fin de cuentas, ¿Cuál es el argumento? No lo tiene, es lo cotidiano, las chicas, los novios, las fiestas….Y mucho más que eso, son pensamientos y reflexiones, en voz alta. Es como un diario publicado de mujeres jóvenes donde ponen sus sueños, sus recelos y miedos, sus fantasías, sus posibilidades….Todo con el color del interior femenino, el eterno femenino, aunque sea en una capital de provincias….. Un diario escrito a varias manos. Y los personajes masculinos se adaptan porque son observados por la mirada femenina, entre visillos. Como el libro es pura descripción, y se recrea en esa suerte describiendo de maravilla, sobra el argumento; te saturan los detalles, que se mezclan con los sueños y pensamientos, en un vaivén tan femenino, porque las mujeres –sobre todo estas que aquí aparecen- son de las que consiguen hacer muchas cosas al mismo tiempo. Y hacerlas bien.
Sin argumento, pero con encantadora riqueza de detalles. Detalles de lo que se piensa y se dice –“le dijo que cuántas mujeres, todo eran mujeres, que así era imposible un plan divertido”- hasta las naderías de lo cotidiano: “Le hizo mucha gracia el nombre de Marco Bruto y la segunda vez que lo dijeron se le atragantó la comida de risa. Tosía y madre le daba en la espalda golpes como azotes. Don Gregorio dijo que la juventud de ahora no tenía respeto por nada ni por nadie”
Jóvenes casaderas que sueñan con buenos partidos, y se esfuerzan por no ver lo defectos –tan patentes, tan groseros a veces- de sus príncipes encantados. Para botón basta una muestra:
– Te casas con un notario y tienes que pasar lo mejor de tu vida rodando por dos o tres pueblos. Cuando quieres llegar a una capital, ya estás cargada de hijos, y vieja y no tienes humor de divertirte. Una paleta para toda tu vida(…)
-Si, déjate de cuentos. Pero ganan muchísimo. Y si hacen buena oposición y tiene número alto pueden empezar por capital, y entonces ya no te digo nada. A lo mejor a los treinta años, estás casada con un notario de Madrid ¿tú sabes lo que es eso?
Y las penas del luto y de las muertes en familia que se arrastran por meses, sin saber cómo ni por qué.
-Aquí tendría que estar usted hace diez días de la mañana a la noche, aquí en esta casa, a ver si se ahogaba como yo me ahogo. Oyendo como le dicen a uno de la mañana a la noche, pobrecilla, pobre, pobrecilla. Día y noche, sin tregua. Y venga de suspiros y de compasión y más compasión para que no se pueda uno escapar. Y compasión también para el muerto, compasión a toneladas para todos, todos enterrados, el muerto, y los vivos, y todos. Usted ¿Qué cree? ¿Que un muerto necesita tanta compasión? ¿Que necesita de los vivos para algo? Por lo menos a él que le dejen en paz ¿no le parece?
“Elvira se acordó de que estaría por lo menos año y medio sin ir al cine. Para marzo del año que viene, no. Para el otro marzo. Eran plazos consabidos, marcados automáticamente con anticipación y exactitud, como si se tratase del vencimiento de una letra. Con las medias grises, la primera película. A eso se llamaba el alivio de luto”.
Y los bares y los cafés, y la gente paseando de arriba abajo, como en aquella película de Juan Antonio Bardem, Calle Mayor. Paseando, mirando, tantas veces sin hablar porque no hace falta: “Estaba orgullosa de mi amistad a pesar de lo sosa que era y de lo poco que hablábamos, y yo también agradecía su compañía silenciosa”
Los cafés que te abrigan de la intemperie, llenos de humo, donde se disputa política, sociología, y todo lo que se tercie. “Jugaban al dominó sin escuchar la música. El rumor de los fichazos sobre el mármol de los veladores se llevaba rachas de valses y habaneras, como un aire que las arañase”.
Y las expresiones castizas que hacía décadas no escuchaba… “Va a salir de Herodes para meterse en Pilatos…..”, que me transportaron a mi infancia. Con razón, porque un premio Nadal en 1957, año en que vine al mundo –qué lejos queda ya- acredita a Martin Gaite como una escritora de talento, con esta novela delicada, tenue, encantadora, que te conquista y te envuelve con el candor femenina, siempre sutil, difuminada, entre visillos.