(Español) Mercedes Salisachs: “Reflejos de Luna”. Planeta. Barcelona 2005. 330 pgs
Desde sus 88 años, Mercedes Salisachs nos brinda con esta novela otro primor de narrativa, donde se adentra en lo que parece ser su especialidad favorita: lo que podría haber sido y no fue. El resultado es el encantador tejido de una “fenomenología de los futuribles”, que la autora nos sirve esta vez, en forma de fragmentos de una correspondencia entre un hombre y una mujer; se cuentan su vida –siempre cerca pero lejanos al mismo tiempo- y nos la cuentan a los lectores. Los protagonistas son, como la autora, gente madura, ancianos quizá, pero no viejos porque lo que determina la edad, no son los años sino la capacidad de amar. “Las juventudes que carecen de motivos estimulantes siempre son senectudes prematuras…Es difícil explicarles que la vida vacía no se rige por años. Y que las edades sin amor eran siempre edades viejas (..) La apariencia juvenil es sólo un bien prestado con fecha de caducidad”. Las cartas, que destilan sabiduría y reflexión, son un ajuste de cuentas de cada uno con su pasado. Los errores, sufrimientos, equívocos, alegrías son revistos con sinceridad, con la serenidad que el tiempo y la vejez confieren cuando se tiene la humildad –que es honradez y valentía- de ver las cosas como realmente son. “La imbecilidad no suele ser una lacra congénita, sino adquirida. Viene a nosotros cuando la fomentamos a costa de considerarnos infalibles”. Desde esa perspectiva, se entiende que a pesar de las conquistas y realizaciones humanas, del éxito rotundo, “es triste vivir sin más horizonte que el de cumplir años…vivir en un ambiente sin más razón de ser que el de acumular cansancio.”Salisachs sabe describir, con elegancia y sin estridencias, las miserias y grandezas de que el ser humano es capaz. Y lo hace desde la perspectiva que su edad le proporciona. Permite que los personajes se alejen de sus referenciales éticos y morales para, con paciencia, recuperarlos con el tiempo. Es una autora que sabe esperar; como una madre que ha educado a sus hijos, confía en la formación que les ha hecho mamar, y contempla sus desvíos con mirada paciente, con esperanza, sabiendo que regresarán al hogar materno. La transcendencia es, siempre, el punto de inflexión de las trayectorias que parecían perdidas. “Ha hecho falta llegar a viejo para saber que, si yo fuera capaz de entender las razones de Dios, Dios no merecería serlo. Somos tan limitados. Ni siquiera podemos adivinar por qué razón es el amor lo que mueve al mundo. Cerramos los ojos. No queremos saber ni comprender el origen de ese amor que tanto nos atosiga y nos trastorna. Sabemos que es algo así como un reflejo de luna, sin embargo, no admitimos que esa luna no brillaría sin la luz del sol”. Sorprendente prosa poética impregnada de razones metafísicas, repleta de esperanza y de sabiduría. Una autora que conviene frecuentar para sacudirnos el nihilismo que oprime nuestros tiempos.