Torcuato Luca de Tena: “Los renglones torcidos de Dios”.

Pablo González BlascoLivros 1 Comment

Torcuato Luca de Tena: “Los renglones torcidos de Dios”. Editorial Diana, S. A. – México 1981. 400 págs.

Las referencias de esta obra me llegaron por partida doble. Un amigo de hace muchos años -estudiamos juntos en el colegio- , anda metido en asuntos de cine, y me escribe comentando que estaba  pensando en un posible guion sobre estos renglones torcidos….Que si tenía yo alguna idea, que lo del cine se me da bien (a lo que siempre contesto que sólo como recurso pedagógico para formar médicos, yo no trabajo en Hollywood, veo enfermos todos los días)….

Días después, y por causa de uno de esos pacientes que veo, sentí el impulso de releer un libro inspirador que recuerdo haber devorado hace más de dos décadas. Y, mira por donde, en medio de los instrumentos desafinados, tropiezo con una cita sobre los renglones torcidos. ¡Ahora no hay como escapar: voy a tener que leerlo! Y aquí estamos.

Alice, la protagonista, ingresa en un manicomio, fingiéndose loca…..para investigar un crimen. Esa es la overture, y todo lo que pretendo contar del argumento: es decir, nada, porque no es el objetivo de estas líneas. Cada uno que se adentre en este laberinto de renglones torcidos. Lo mío es anotar lo que he conseguido leer en las entrelineas de los renglones. Para quien se atreva, aquí tiene una pista en las primeras páginas: “La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca”.

Alice es una mujer sofisticada, elegante, con clase y muy peculiar. “Hábleme de su marido. ¿Es el suyo un matrimonio feliz? —Mi marido y yo estamos muy compenetrados. Compartimos sin un mal gesto, desde hace dieciséis años, el tedio que nos producimos (….) Yo soy muy británica. No tengo hijos. Odio el ocio. En Londres, las damas sin ocupación se dedican a escribir cartas a los periódicos acerca de las ceremonias mortuorias de los malayos o a recolectar fondos para dar escuelas a los niños patagones. Yo necesitaba ocuparme en algo más directo e inmediato; en algo que fuera útil a la sociedad que me rodeaba, y me dediqué a combatir una lacra: la delincuencia; del mismo modo que usted combate otra lacra: la enfermedad”. Ahí queda eso, el primer touché de la paciente-detective para el médico que la acoge.

El contacto con los enfermos, y su capacidad de observación son un desafío que no la amilana: “No eran las individualidades lo que, en un principio, la dejó aturdida, sino la masa, y no porque aquel conjunto de hombres y mujeres fuese amenazante o alborotador. Nada más lejos de la realidad (…) Poco a poco se fue animando a contemplar a los residentes. Era preciso acostumbrarse, encallecerse”.

Leyendo las entrelineas, noto que las descripciones de los enfermos son de una riqueza vital, fenomenológica, algo que infelizmente muchos médicos no alcanzan a ver -quizá no quieren verlo porque no saben qué hacer con ello – y donde Alice, se mueve como Pedro por su casa. “ Su dolencia no afectaba a su físico sino a las entrañas de su espíritu, llagado por un recuerdo infamante e incógnito. No había dejado de llorar desde que Alice le vio por primera vez. No miraba a nadie, no gritaba, no gimoteaba: su llanto era silencioso como esa lluvia que en Santander llaman rosaura y en Vasconia sirimiri. Y la tristeza que emanaba de su rostro era de tal gravedad y sinceridad que conmovería a las mismas piedras si éstas poseyeran la virtud de la compasión (…)  Era una escena dolorosamente delicada y tierna. Alejada de ellos, Alice a buscó un asiento y se quedó”.

Descripciones magníficas, elegantes, que entran por los ojos del alma: “Era una mujer de unos ochenta años, iba inimaginablemente disfrazada… de nada(…) Su atuendo era una mixtura extravagante de cesar romano, ayatollah persa, odalisca oriental y fulana de Montmartre (…) Al salir, se topó en el pasillo con uno de los dos tristísimos que, muy a la ligera, había atisbado la víspera. Fue patético cruzarse con él. No eran dos seres que se enfrentaban. Eran dos mundos. Alice entendió que aquel infierno difería del de Dante, en tener una puerta accesible a la esperanza”.

Naturalmente, no hay como evitar el “hardcore” psiquiátrico, la ansiedad diagnóstica, siempre tan compleja. Recuerdo, hace muchos años, de ver pacientes que llevaban meses ingresados…..sin diagnóstico preciso. Clasificar lo inclasificable, algo que nos lleva al terreno de la incertidumbre, siempre incómodo para el médico técnico, y el pan da cada día para los médicos humanistas, sabedores de que medicina no es matemática. “La fobia es un pretexto que se ha inventado el organismo para ocultar un terror verdadero, justificado, pero que la mente se empeña en ignorar (…) Las paranoias, por el contrario, suelen estar tan teñidas de lógica que forman un conjunto armónico, perfectamente sistematizado, y tanto mejor defendido con razones, cuanto mayor es la inteligencia natural del enfermo. Lo difícil, en los enfermos de la modalidad paranoide, era interpretar sin error cuándo actuaban espontáneamente, de acuerdo con su normalidad (porque eran normales en todo lo que no concerniera a su obsesión), y cuándo premeditadamente, para convencer a los demás que ellos no pertenecían, como los otros, al género de los enfermos mentales”.

Los personajes presentan ese contraste entre la técnica y la vida, tan imprescindible para cuidar de otros. “Samuel Alvar era un buen director para llevar el timón de aquella nave de ochocientos penosos pasajeros. Pero era un mal clínico. Sabía beneficiar con sus iniciativas a la masa de enfermos, pero no al individuo doliente. Su visión, puesta al servicio del conjunto, no era capaz de acertar con la persona”.

Alice sabe darle el contrapunto humanístico: “Nada de eso, doctor! El arte es la ciencia de lo inútil. ¡Considero que el arte es tanto más sublime cuanto mayor es su inutilidad! —Explíquese mejor. —El hombre es el único animal que se crea necesidades que nada tienen que ver con la subsistencia del individuo y con la reproducción de la especie. No le basta comer para alimentarse, sino que condimenta los alimentos, de modo que añadan placer a la satisfacción de su necesidad. No le basta vestirse para abrigarse, sino que añade, a esta función tan elemental, la exigencia de confeccionar su ropa con determinadas formas y colores. No se contenta con cobijarse, sino que construye edificios con líneas armoniosas y caprichosas que exceden de su necesidad: lo cual no ocurre con la guarida del zorro, la madriguera del conejo o el nido de la cigüeña. ¿Hay algo más inútil que la corbata que lleva usted puesta?”.

La intuición investigadora de Alice, su capacidad de observación de los enfermos, se mezcla de modo encantador con sus valores, con el modo como ve el mundo: “Por respeto a mi marido, pero también por respeto a mí misma. Tengo un alto concepto de la dignidad humana; creo que somos una especie… distinta. Y que esta distinción nos impone derechos y deberes. No podemos exigir los primeros sin sentirnos solidarios con los segundos (…) No, doctor; es una manera de decir. Yo no odio a nadie, pero siento una indecible aversión por los obsesos, por las cabezas cuadradas y por los que aplican la geometría al estudio del alma humana. Tienden a simplificar lo que es tan variado, tan complejo, tan interesante y tan grande como… como el espíritu. ¡Ah, doctor, disculpe usted mi audacia! En realidad, me estoy metiendo en el campo de usted”.

Y no falta recados que sirven para todos. También para los locos, pero especialmente para que los cuerdos no se adentren por caminos delirantes: “Entre los muchos motivos que, por lo común, alteran el necesario descanso de los hombres hay dos que destacan sobre los demás: la depresión de un gran fracaso y la exaltación de un gran éxito. Para el primero, la naturaleza posee numerosos antídotos: el cerebro colabora con la voluntad para tender una sutil capa de humo que acaba ocultando el recuerdo del descalabro sufrido. Y tarde o temprano el sueño llega como una oportuna medicina. Pero cuando la alteración viene producida por el éxito, ni la voluntad se presta a atender esa protección ni el entendimiento colabora a ello. Ambos a una quieren regodearse con la satisfacción recibida, desean gozar con su recuerdo; se niegan a perder el más mínimo detalle y gustan volver una y otra vez al motivo de su contento”.

La inusual jornada de Alice en el manicomio prosigue repleta de alternancias. Por un lado la mujer elegante: “Quiero, sencillamente, no estar disfrazada de lo que no soy: un chulo de barrio, un hortera de pueblo. ¡Quiero vestirme de mí misma! ¡Claro que no quiero galas ni elegancias sofisticadas! Pero, eso sí, vestirme con cierta armonía, de acuerdo con las circunstancias en las que estoy… y… y… recuperar mis objetos de tocador”. Y por el otro, la paciente-detective, que en su comedia fingidora, tiene la experiencia vital de la locura: “No es usual ver a los ángeles en el infierno!.  Los locos son una terrible equivocación de la Naturaleza; son las faltas de ortografía de Dios- y, al rememorarlo, lloraba de nuevo”.

Alice se aleja en taxi del manicomio. Dialoga con el conductor: “Tanto miedo le da llevar una loca a bordo? —No mucho. Todas las mujeres lo son”. Y contempla el paisaje: “Más allá de sus crestas cubiertas de pinares, las laderas se aplanaban; la meseta de Castilla la Alta se hacía manchega; y allí, polucionada, enervante, trepidante, plagada de terroristas y delincuentes, crecía la gran ciudad a la que un rey vestido de negro hizo capital de España”.

¿Qué es lo que sale de las entrelineas de estos renglones torcidos? Muchas cosas, cada uno tendrá su cosecha propia cuando se aventure en la lectura. La mía tiene algo que ver con estas frases que extraigo de alguno de los párrafos que me sacudieron: “Las leyes que rigen las emociones nada tienen que ver con la sutileza de las ideas, el orden del pensamiento o el buen juicio (…) Contemplar unos hombres y unas mujeres heroicos y sufridos cuya profesión era atemperar los dolores ajenos. Dios escribe derecho con renglones torcidos”.

Comments 1

  1. Excelente comentário sobre os pensares humanos! Quem é louco, afinal? Ou… somos todos loucos? Que, se formos, o sejamos por Amor!!!

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