(Español) Mercedes Salisachs: “Goodbye, España”

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Mercedes Salisachs: «Goodbye, España». Planeta. Madrid. 2010. 345 pgs.

     Abrimos el libro y tropezamos con una dedicatoria que nos sitúa perfectamente, como la tonalidad estampada al inicio de las obras musicales, centrándonos en la tesitura. «A la memoria de una mujer admirable, Victoria Eugenia de Battenberg, y de Sajonia- Coburgo;  Princesa de Inglaterra, Princesa de Irlanda y Reina de España. Confío, Señora, que sabréis perdonar la osadía de haberme introducido en vuestra piel para escribir esta novela».

     Desde sus 94 años, Mercedes Salisachs despliega su prosa elegante y profunda, casi diría aristocrática –epíteto nunca mejor empleado- para contarnos las memorias de la Reina Victoria Eugenia durante su corto regreso a España. Asistirá al bautismo de su bisnieto Felipe, y será su madrina. Corre el mes de Febrero de 1968; solamente cinco días, los suficientes para recuperar recuerdos y sueños de los años en que fue soberana de España, y amada por el pueblo.

     En la descripción de la llegada a España, se confirma la tonalidad de este encantador concierto, una novela minueto, dirigida magistralmente por dos ancianas repletas de sabiduría: la Reina Victoria, y Mercedes Salisachs. «Mi hijo Juan se acerca unos pasos hacia mí. Me abraza. Enseguida le cojo la mano y lentamente, con el mejor estilo aprendido en mi juventud, le hago la reverencia para que todos los que nos contemplan sepan que el verdadero rey de España es él.  El aumento de aplausos rubrica aquel acto de respeto, como un oleaje de aquiescencias irreversibles. España, aunque encarcelada en una dictadura militar, continúa latiendo, esperando y deseando recobrar una libertad perdida hacía ya muchos años en los pantanos de una república que no supo ser democrática».

     El retrato psicológico de Victoria Eugenia y de los personajes que la rodearon –magistral Alfonso XIII como coadyuvante- está continuamente salpicada de reflexiones. Se trata de recordar y de recuperar en el recuerdo lo que el tiempo parece haber difuminado. «Lo único que nos llena consiste en recordar: sacar a flote pasados perdidos que fueron engullidos por futuros que también acabarán siendo pasados». Reflexiones y compresión, que se adquiere desde la perspectiva de esa edad donde muchos naufragan en desánimos y depresiones, y otros, porque son sabios y conservan la perspectiva, se engrandecen. «Los años son los grandes sedantes que aplacan y adormecen las inesperadas hecatombes de la vida (..) De hecho vivir es eso: convertir las noches en días soleados y los días en amaneceres»

     Los proyectos de juventud, el ocaso de la monarquía, la llegada mesiánica de una república que perdió el control político, las heridas sociales y las humillaciones que personalmente sufre con discreción en la intimidad familiar, se nos relatan en confidencias dulces –nunca quejas!- de una Victoria que la escritora admira y con quien se identifica. «Ser joven es eso: desconocer que nada permanece igual en las imposiciones que nos ofrece el mañana. Ignorar que los riesgos futuros siempre andan al acecho. Y que desconocer esa realidad o cerrar los ojos para no verla es caer en trampas inesperadas». La ruptura del matrimonio, la distancia que Alfonso le impone, lejos de fermentar en odio, despiertan una modalidad delicada de amor: «Ni por asomo podía yo sospechar que, en ocasiones, es precisamente la lejanía lo que más refuerza los lazos con el ausente querido. La cercanía es peligrosa si no se sabe endilgar con destreza».

     Una novela histórica que se lee de un tirón. Hechos reales y ficción, cultamente mezclados, para ofrecernos el retrato de una época de la Historia de España y, sobre todo, de los personajes. La historia son los hombres que la construyen: «La suerte y lo que llamamos azar no es un factor espontáneo: siempre va condicionado a un cúmulo de circunstancias que, andando el tiempo, mueven a su aire la balanza del presente. Todo depende de los aciertos o torpezas que van trazando nuestro camino hacia el futuro»

     Y como marco del retrato los recados que Mercedes Salisachs nos deja en sus obras fascinantes, tan próximas del ser humano, tan luminosas. Un estilo que me seduce –ya lo he dicho y escrito muchas veces- porque se me presenta a modo de ficción vitalista antropológica. Y el mejor modo de educar en el Humanismo es, sin duda, contar historias, relatos que nos alcanzan, nos hacen pensar, nos forman. Para muestra, sirve un botón: «Todo en nuestros fracasos impone la necesidad de «culpar». Más aún: siempre los culpados son «los otros». Nadie se inculpa a sí mismo de haber obrado mal. El mal que nos atosiga exige un dedo que siempre señala a un ‘tú’ imaginario. Jamás a un ‘yo’ acaso real»

     Por detrás de la Historia, de los personajes y de los recados, vemos a todo momento la mirada serena, comprensiva, cálida de esas dos ancianas –Victoria y Mercedes- que recuerdan el pasado, y se esfuerzan por entender las profundidades de la libertad humana, y de sus consecuencias.  Una tolerancia y compresión que nos hablan de paz, de piedad, de perdón de misericordia. Los mismos pedidos que ponen en boca del Presidente Azaña cuando notaba que el conflicto bélico se le escapaba de las manos.

     «Nada es verdaderamente real en las realidades humanas. Todo tiende a ser ficción. Todo se reviste de una importancia que no tiene y que, en cuanto se descuida, se convierte en aire (..) Vivir es eso: sortear las sombras, soportarlas con donaire y esperar que algún día la luz futura prescinda eternamente de ellas».

     Un libro enriquecedor, que destila serenidad. Eso sí, muy Español, y por eso el idioma de este comentario; aunque se traduzca a otras lenguas, difícilmente se captará el meollo, salvo que el lector sepa incorporar el espíritu hispánico, como la Reina Victoria Eugenia hizo con maestría.

(Español) Carlos Pujol: Los Fugitivos

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Carlos Pujol: «Los Fugitivos». Menoscuarto. Palencia. 2011. 150 pgs.

Tenemos aquí una historia inverosímil, pero muy bien contada. Ficción encajada en la realidad, y la realidad es Roma, durante la Segunda Guerra Mundial, 1943. Los italianos empiezan a pensar que los carismáticos discursos del Duce desde el Palazzo Venezia no serán suficientes para ganar la guerra. Entra en escena un capitán español con la misión de rescatar a un inglés, que responde al nombre de Bond, James Bond. El resto, hay que leerlo.

Carlos Pujol es un escritor prolífico pero poco conocido, que escribe maravillosamente bien. Inevitable pensar, mientras te delicias leyendo: Por qué no escribiré yo más, quizá una novela, con lo fácil que parece? Es la tentación inevitable que surge al contacto con un hábil contador de historias, que trata el lenguaje con elegancia. Un contagio de cultura, y de provocaciones narrativas. Quizá escribimos poco, porque leemos poco, y lo que leemos casi nunca es de lo mejor, de lo que te anima a escribir porque parece sencillo.

Las 150 páginas se hacen cortas, porque son suculentas. Repletas de humor fino, de lo más castizo, maneja los personajes con soltura, los borda a golpe de frases, de gestos, de silencios. Con ingenio, salero, elegancia. Una sorpresa agradable. Habrá que descubrir más de cerca la obra de Carlos Pujol.

(Español) Antonio Muñoz Molina: Sefarad

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Antonio Muñoz Molina: Sefarad. Madrid. Alfaguara. 2001. 516pgs.

Una novela de novelas. No solo novelas sino sueños, fantasías oníricas, mezclas de personajes reales con imaginarios, al tuntún, como si el autor dirigiera un gran teatro del mundo. Esta es una de las pocas frases que anoté y que lo explica bien: «Había dos mundos, uno visible y real y otro invisible y mío, y yo me adaptaba mansamente a las normas del primero para que me dejaran refugiarme sin demasiada molestia en el segundo». Y otra, para que no haya dudas: «Nos unía lo que no éramos más que lo que éramos, lo que ninguno de los dos nos atrevíamos a ser».

De este libro, la crítica dice que es un paseo por la historia del siglo XX, visitando a los olvidados, perseguidos, y oprimidos. Mucha pretensión me parece para un libro confuso, donde tampoco la historia se vislumbra claramente, el autor aprovecha para colocar sus críticas mordaces y sus opiniones, a las que tiene todo derecho. Pero no valen el tiempo que se gasta en leerlas. Felizmente lo noté en las primeras páginas, y gran parte del libro lo leí en diagonal, o hasta saltando páginas. No merecería ni un comentario en el BLOG porque no hay lo que sacar de él. Ni  se lo recomendaría a nadie. A ver cuando me aplico lo que aconsejo a todos: parar de leer un libro que no me gusta; así, por las buenas, olímpicamente. Quizá esta es la mejor enseñanza, comprobada una vez más por los contrarios.

(Español) José Jiménez Lozano: “El azul sobrante”

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José Jiménez Lozano: «El azul sobrante». Encuentro. Madrid. 2009. 200 pgs.

     La simpatía por Jiménez Lozano se la debo, como muchas otras cosas, a mi hermano Pedro. Me venía instruyendo, desde hace mucho tiempo, sobre la obra del abulense. Un día me escribió: «¿Has visto que a Jiménez Lozano le han dado el premio Cervantes? Bien que te lo advertí yo». Para aquel entonces ya había tenido oportunidad de leer algunos de sus libros, siguiendo el feliz consejo fraterno.

     «El Azul Sobrante», es un delicioso conjunto de cuentos cortos, donde desfilan gentes del pueblo e intelectuales, nuevos ricos y figuras de corte añejo, caballeros chapados a la antigua y damas avanzadas, demonios tentadores y ángeles que transportan «en un bidón el azul que había sobrado en el principio de cuando se pintó la bóveda del cielo al atardecer». Son pequeñas miniaturas preñadas de sabiduría, de buen gusto, relatadas en castellano elegante y, al mismo tiempo, familiar, castizo. No cabe hablar más del libro, ni esbozar ensayos, pues la introducción que presenta la obra –a cargo de la directora de la colección editorial- cumple este oficio con creces. Lo comento para que no se incurra en el error de despreciarla. Leerla despacio ayudará a calibrar la sensibilidad. Después, otro consejo. Leer un cuento por día, a lo más dos. Hay que paladearlo, como un buen vino; o mejor, catarlo, porque cada cuento es un vino diferente, y mezclarlos uno tras otro, sería un desperdicio.

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(Español) Juan Marsé : Caligrafía de los sueños

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Juan Marsé : Caligrafía de los sueños. Lumen. Barcelona (2011). 426 págs.

     No recuerdo que fue lo que me animó a comprar este libro hace ya casi un año. Por lo que me conozco, debe ser alguna crítica que leí y me atrajo el tema, o mejor, la característica cronológica y narrativa. Son los años que se siguen a la guerra civil, donde las dos Españas continúan presentes; desde crio recuerdo que siempre lo han estado, incluso en la misma familia, y eso que yo soy mucho posterior. La prosa de Marsé fluye con facilidad, y aunque escribe en castellano se le nota muy catalán. Imagino que después de ganar el premio Cervantes en 2009, tiene motivos suficientes para continuar escribiendo en castellano, sin preocuparse con susceptibilidades regionalistas.

     Lo mejor de la novela son los personajes, magníficamente retratados, no mediante descripciones sino perfilados en sus propios diálogos. Conversaciones castizas, muy de aquella época, que me despertaron recuerdos de infancia. El argumento es muy tenue –no soy capaz de resumirlo- y quizá no existe, porque lo que se propone es sacar una foto de época, un cuadro de costumbres. Narra con facilidad, pasa de un detalle a otro –de una cabeza a otra- porque al final todo es una caligrafía de los sueños.

     El relato se narra a través de los ojos de Ringo, un adolescente. Echando cuentas, debe ser el alter ego del autor que, en la época que sitúa la novela, tenía justamente la edad del protagonista. Pero una cosa son los recuerdos y otra conseguir contarlos con la mentalidad que se tenía cuando se vivieron. Hay que reconocer que Marsé se esfuerza, y en muchas ocasiones plasma con credibilidad los sentimientos, confusos y atolondrados, del joven que despierta para la vida afectiva. Pero se adivina –quizá porque se le va la mano en algunas groserías- que el corazón que pulsa no es de adolescente, sino de un hombre maduro, vivido; quiere retozar sobre sus recuerdos pero el cuerpo le advierte de las cicatrices y artrosis que inevitablemente se acumulan con la vida. Es decir, que le falta espontaneidad, lozanía. Puede ser que los sueños del título sean los del autor; esos sueños que uno intenta atrapar cuando se despierta, dar marcha atrás, sin conseguirlo.

     Esperaba más de la novela. Quizá las expectativas de leer un premio Cervantes – que también acumula un Planeta- son demasiado altas. Quizá estoy mal acostumbrado con Jiménez Lozano, que con sus 83 años, continua me sorprendiendo. Y, por hablar de los Planetas, con Mercedes Salisachs, que a los 94 me fascina. En fin, que el hábito –y los méritos pasados- no hacen al monje.

(Español) José Luis Olaizola: “Don Pelayo”

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José Luis Olaizola: «Don Pelayo». Ed. Temas de Hoy. Madrid. 2006. 236 pgs.

     Luces y sombras de un héroe indiscutible. Ese es el subtítulo que el autor da a esta novela histórica, una biografía libre de D. Pelayo, el motor de arranque de la Reconquista española. Y en el apartado donde se recoge la bibliografía consultada, tiene el cuidado de advertir que se ha servido de todos los recursos propios del género, incluso creando personajes de ficción para apuntalar el relato, pero respetando siempre el marco histórico y los acontecimientos puntuales de la época.

     De este modo, el autor hace desfilar por sus páginas a los últimos señores del reino visigodo: Favila, Witiza, Don Rodrigo; al famoso moro Muza, siempre haciendo tándem con Tarik, y la batalla de Guadalete, que inaugura la conquista árabe de la península; una larga seria de personajes –damas, obispos, caballeros- que bien pueden ser auténticos o ficticios, pero que encajan de maravilla como coadyuvantes. Un escenario de amores, celos, traición, con heroísmo y mezquindad, con las luces y sombras que, no sólo son de Don Pelayo, sino de toda su época, de la condición humana. Y, como actor principal, el héroe de la batalla de Covadonga, príncipe de los Astures y fundador de la dinastía de los Alfonsos, tan íntimamente engarzada en el corazón hispánico.

     Olaizola tiene bien conseguido el género de la novela histórica. A mí, personalmente, me agrada, quizá porque los conocimientos que tengo de historia –y que con el pasar del tiempo, uno ve lo muy útiles que son- los he adquirido, sobre todo, a base de leer biografías. La historia es hecha por personas que desempeñan papeles únicos en el gran teatro del mundo, por decirlo al modo calderoniano. Habrá quien le censure la falta de rigor histórico, o que invente personajes, diálogos y situaciones; todo depende de lo que se busca al leer un libro. Si la intención es despertar el gusto y la curiosidad por conocer historia –que precede tantas veces el proceso de enriquecimiento cultural, mucho más que las clases académicas que casi nadie soporta ya en los tiempos digitales que vivimos- el libro de Olaizola cumple afinadamente este propósito.

(Español) Domingo Villar: La playa de los ahogados

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Domingo Villar: La playa de los ahogados. Siruela. Madrid. 2010. 445 pgs. (12aEd)

     Tengo en mis manos la 12a edición de esta nueva entrega policiaca de Domingo Villar. Doce ediciones en un año, marca presencia, ha tenido eco entre los lectores. Entre ellos mis hermanos, que me lo recomendaron y a quien siempre hago caso, porque aciertan y porque conocen mis gustos literarios.

     Acompañamos al inspector Leo Caldas, que vive y trabaja en Vigo –ciudad natal del autor- investigando la muerte de un marinero, aparentemente un suicidio, en una aldea de pescadores. El escenario es de lo más gallego posible; en el fondo -barcos, toda la variedad de aparejos de pesca, lonja de pescados con subastas- y también en la forma – preguntas que se sortean con otras preguntas, monosílabos, respuestas que son silencios y miradas. Leo Caldas me recuerda a Rick (Bogart) en Casablanca, en su empeño por encubrir con una postura intelectual casi cínica los sentimientos de un buen corazón. Un Bogart gallego, naturalmente.

     Se nota –creo que Villar lo hace con mucho orgullo- como la pasión telúrica del autor es, por lo menos, tan grande como su gusto por la novela policiaca. Las descripciones, los razonamientos, las hipótesis, los sospechosos, las víctimas; todos son pasados por agua, por el agua marina, con regusto de salitre. El mar es el gran protagonista, y Leo Caldas se acopla en su papel de coadyuvante. A quien no le atraiga nada el mar, corre el riesgo de que la novela le canse, aunque el argumento entretiene y prende al lector, sobretodo en la segunda mitad del libro. Al final, se trata de una novela policiaca genuina, pagados los impuestos marinos y las sutilezas y vaguedades gallegas. No estamos hablando de, por ejemplo, Los Trabajadores del Mar, de Victor Hugo –donde no hay como evitar el protagonismo oceánico-, sino de literatura de suspense, con sus crímenes, emociones y sorpresas.

     Una buena diversión, en compás gallego, que –ya lo he dicho- me provocó reminiscencias de Bogart en Casablanca. «¿Por qué viniste a Casablanca, Rick? –pregunta el inspector Renault. «Por las aguas»- responde Bogart. «Pero ¿qué aguas si esto es un desierto?» –indaga el inspector. «Fui mal informado» –afirma Rick. Casi me imagino que Leo Caldas es capaz de decir que vino a investigar un crimen en el desierto, y se encuentra con el mar, porque le informaron mal. Lo mismo, pero al contrario. Definitivamente gallego.

(Español) Mercedes Salisachs. “El Cuadro”

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Mercedes Salisachs. «El Cuadro». LIbroslibres. 94 pgs. Madrid. 2011.

Lo que son las coincidencias. Si es que de coincidencia se trata. Acababa de publicar mi comentario sobre la última película de Clint Eastwood Hereafter, cuando cae en mis manos el último libro de Mercedes Salisachs, que lleva fecha de febrero de 2011. Apenas había confesado mi admiración creciente por Clint, cuando me veo obligado a hacer lo mismo con  esta escritora que continúa sorprendiéndome ¡con sus 94 años! Y si Clint filma un ensayo de transcendencia, Salisachs lo esculpe con su prosa magnífica, en esta miniatura de libro -94 páginas, como sus años- que tiene de encantador lo que tiene de corto.  Y puestos a establecer puentes entre los geniales artistas longevos, Clint rescata a Marie de un Tsunami para hacerla protagonista de su ensayo, y Mercedes salva a Elena de un  huracán que destroza su vida, en la que nada sobra a no ser un cuadro, el del título.

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(Español) Eduardo Mendoza: “Riña de Gatos. Madrid 1936”

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Eduardo Mendoza: «Riña de Gatos. Madrid 1936». Planeta . Barcelona. 2010 (Premio Planeta 2010) 426. Pgs.

     Comentando con uno de mis hermanos sobre lo mucho que me estaba gustando esta novela, nos surgió la duda de si los gatos eran una metáfora de peleas callejeras de poca monta, o si se trataba de madrileños de pura cepa que pugnaban entre sí. Parece que son necesarias dos generaciones seguidas nacidas en los madriles para poder ostentar el título de gato. En fin, no salimos de dudas, y habiendo un inglés de por medio, diplomado en Cambridge, no parece que los gatos sean de los castizos porque no todos los que riñen son de Madrid. Lo que sí es cierto es que la novela tuvo que superar una crítica literaria negativa –de estas que te caen entre manos sin buscarlas- que me hizo perder el interés; pero, para suerte mía, lo recuperé gracias a las recomendaciones, siempre acertadas, de un buen amigo de muchos años, un librero que sabe ejercer su oficio.

     Ambientada en los meses que anteceden a la guerra civil, el protagonista –Anthony Whitelands, un crítico de arte inglés especialista en la pintura del Siglo de Oro español- , llega a Madrid, ciudad por la que siente especial pasión, que se concretiza en sus amores por el Museo del Prado, como si de su segunda casa se tratara. El inglés no es un dechado de virtudes, como tampoco lo son muchos otros personajes que transitan por la novela. No creo que Mendoza trate de criticar a nada ni a nadie en especial, sino de contar una buena historia, divertida, que destila ese sabor específico que resulta de saber mezclar personajes ficticios con otros reales, en coyunturas históricas también verdaderas. Que los personajes reales no actúen con absoluta veracidad histórica, no le quita el mérito ni el entretenimiento. El autor les da entrada y salida, en los diversos capítulos, como el malabarista hace rodar los platos en el circo, saltando de uno a otro -aquí más fuerza, allá menos- , sin dejar que se caigan, conservando el equilibrio. Y todo con un ritmo elegante que mantiene el interés del lector, además de aliñar los diálogos y situaciones con un lenguaje castizo, muy de Madrid, que añade salero y divierte. Y eso que el autor es catalán, lo que tiene más enjundia.

     Después de terminar el libro, volví a leer la crítica que me despistó, pues la tenía guardada en el ordenador. Está comprobado: es completamente injusta, queriendo ser académica, sacándole punta a lo que no lo tiene. Y por eso me siento obligado a comentar, a modo de desagravio, algo que me llamó la atención: la elegancia con que Mendoza sortea los momentos en que la temática le daría ocasión a descripciones escabrosas. Algo que en la literatura de hoy es necesario elogiar, pues no son pocos los libros –algunos muy celebrados por los críticos- que se me atragantan por los tropezones que, en nombre del realismo, se mezclan en la narración, haciéndola de lo más indigesta.

     Respeto que a algunos no les haya gustado el libro, o que esperasen más, o los mil motivos que puedan alegar, con todo derecho. A mí me encantó, me divirtió, me hizo pasar buenos momentos. Tiene mi placeat de lector habitual de premios planeta al galardón de 2010. Y no creo que los vicios de los personajes se me contagien, pues cada uno tiene bastante con ir corrigiendo los suyos. También hay virtudes, y corazones buenos, pero de eso los críticos no hablan. Como “Riña de Gatos” es el escenario que prepara la guerra civil, y sobre este tema todos y cada uno de los españoles tienen centenas de teorías, y no se ponen de acuerdo hasta hoy, quizá es también uno de los motivos de la discordia. Nunca se sabe, pero tratándose de esta ya casi secular polémica, todo es posible, vaya usted a saber.

(Español) Roberto Bolaño: “El Tercer Reich”

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Roberto Bolaño: «El Tercer Reich». Anagrama. Barcelona. 2010. 360 pgs.

    Animado, quizá picado por la curiosidad, pues me había tropezado en los últimos meses con varias críticas y comentarios del escritor chileno que murió en 2003, con sólo 50 años, compré esta novela, en una de mis excursiones de invierno a una librería de Madrid. La dejé reposando un par de semanas en mi estantería y me aventuré a leerle. Una obra inédita –dice la etiqueta de presentación- que ha sido un feliz hallazgo. Bolaño escribe esta obra en 1989, se encuentra después y se publica como póstuma. Sin quitarle el mérito que la crítica moderna parece atribuirle, confieso que no me ha enganchado. Ni lo más mínimo. Y tampoco me ha gustado. No sé lo que quiere decir desplegar con mano maestra –de nuevo la etiqueta verde de marketing- pues la prosa del chileno me parece de lo más corriente, y carece de la estética en la forma que, quizá ingenuamente, pensaba encontrar. Y el fondo tampoco me convence.

    El despliegue que realiza es el de un alemán al que la apasionan los juegos de guerra –guerra de salón, claro- y de ahí el nombre del libro. Las descripciones del juego –que son las de la segunda guerra mundial- resultan tediosas, salvo que el lector sea un viciado en el tema. En los juegos, se entiende; porque si el vicio es la guerra, hay obras mucho mejores sobre el asunto. El protagonista vive sumido en un completo nihilismo, sale de su madriguera afectiva para mover sus fuerzas bélicas, y para relacionarse con un mundo, no afectivamente, sino fisiológicamente. Comer, beber, dormir, roncar, practicar el sexo, ducharse y tumbarse en la playa mientras los demás circulan a su alrededor como figurantes. En fin, un egoísta patológico e insufrible, que tampoco alcanza la más mínima profundidad para describir su interioridad, si es que tiene alguna. Posiblemente no.

    Habrá quien vea en todo esto- novela y protagonista- una crítica a la mentalidad germánico nazista. Pero la crítica, si es tal, tampoco cumple lo que se propone. Recordé, por ejemplo, otras obras de mucho más impacto, como «Las Benevolentes» de Jonathan Littel, donde la crítica al nazismo se construye sobre una prosa descriptiva envolvente, aunque el fundo sea nauseante y pernicioso. Y es que hasta para destruir con eficacia, se necesita densidad narrativa y estilo. Bolaño que me perdone, pero tendré que recuperarme del chasco antes de aventurarme de nuevo con otro libro suyo.