(Español) Mercedes Salisachs: “Goodbye, España”
Mercedes Salisachs: «Goodbye, España». Planeta. Madrid. 2010. 345 pgs.
Abrimos el libro y tropezamos con una dedicatoria que nos sitúa perfectamente, como la tonalidad estampada al inicio de las obras musicales, centrándonos en la tesitura. «A la memoria de una mujer admirable, Victoria Eugenia de Battenberg, y de Sajonia- Coburgo; Princesa de Inglaterra, Princesa de Irlanda y Reina de España. Confío, Señora, que sabréis perdonar la osadía de haberme introducido en vuestra piel para escribir esta novela».
Desde sus 94 años, Mercedes Salisachs despliega su prosa elegante y profunda, casi diría aristocrática –epíteto nunca mejor empleado- para contarnos las memorias de la Reina Victoria Eugenia durante su corto regreso a España. Asistirá al bautismo de su bisnieto Felipe, y será su madrina. Corre el mes de Febrero de 1968; solamente cinco días, los suficientes para recuperar recuerdos y sueños de los años en que fue soberana de España, y amada por el pueblo.
En la descripción de la llegada a España, se confirma la tonalidad de este encantador concierto, una novela minueto, dirigida magistralmente por dos ancianas repletas de sabiduría: la Reina Victoria, y Mercedes Salisachs. «Mi hijo Juan se acerca unos pasos hacia mí. Me abraza. Enseguida le cojo la mano y lentamente, con el mejor estilo aprendido en mi juventud, le hago la reverencia para que todos los que nos contemplan sepan que el verdadero rey de España es él. El aumento de aplausos rubrica aquel acto de respeto, como un oleaje de aquiescencias irreversibles. España, aunque encarcelada en una dictadura militar, continúa latiendo, esperando y deseando recobrar una libertad perdida hacía ya muchos años en los pantanos de una república que no supo ser democrática».
El retrato psicológico de Victoria Eugenia y de los personajes que la rodearon –magistral Alfonso XIII como coadyuvante- está continuamente salpicada de reflexiones. Se trata de recordar y de recuperar en el recuerdo lo que el tiempo parece haber difuminado. «Lo único que nos llena consiste en recordar: sacar a flote pasados perdidos que fueron engullidos por futuros que también acabarán siendo pasados». Reflexiones y compresión, que se adquiere desde la perspectiva de esa edad donde muchos naufragan en desánimos y depresiones, y otros, porque son sabios y conservan la perspectiva, se engrandecen. «Los años son los grandes sedantes que aplacan y adormecen las inesperadas hecatombes de la vida (..) De hecho vivir es eso: convertir las noches en días soleados y los días en amaneceres»
Los proyectos de juventud, el ocaso de la monarquía, la llegada mesiánica de una república que perdió el control político, las heridas sociales y las humillaciones que personalmente sufre con discreción en la intimidad familiar, se nos relatan en confidencias dulces –nunca quejas!- de una Victoria que la escritora admira y con quien se identifica. «Ser joven es eso: desconocer que nada permanece igual en las imposiciones que nos ofrece el mañana. Ignorar que los riesgos futuros siempre andan al acecho. Y que desconocer esa realidad o cerrar los ojos para no verla es caer en trampas inesperadas». La ruptura del matrimonio, la distancia que Alfonso le impone, lejos de fermentar en odio, despiertan una modalidad delicada de amor: «Ni por asomo podía yo sospechar que, en ocasiones, es precisamente la lejanía lo que más refuerza los lazos con el ausente querido. La cercanía es peligrosa si no se sabe endilgar con destreza».
Una novela histórica que se lee de un tirón. Hechos reales y ficción, cultamente mezclados, para ofrecernos el retrato de una época de la Historia de España y, sobre todo, de los personajes. La historia son los hombres que la construyen: «La suerte y lo que llamamos azar no es un factor espontáneo: siempre va condicionado a un cúmulo de circunstancias que, andando el tiempo, mueven a su aire la balanza del presente. Todo depende de los aciertos o torpezas que van trazando nuestro camino hacia el futuro»
Y como marco del retrato los recados que Mercedes Salisachs nos deja en sus obras fascinantes, tan próximas del ser humano, tan luminosas. Un estilo que me seduce –ya lo he dicho y escrito muchas veces- porque se me presenta a modo de ficción vitalista antropológica. Y el mejor modo de educar en el Humanismo es, sin duda, contar historias, relatos que nos alcanzan, nos hacen pensar, nos forman. Para muestra, sirve un botón: «Todo en nuestros fracasos impone la necesidad de «culpar». Más aún: siempre los culpados son «los otros». Nadie se inculpa a sí mismo de haber obrado mal. El mal que nos atosiga exige un dedo que siempre señala a un ‘tú’ imaginario. Jamás a un ‘yo’ acaso real»
Por detrás de la Historia, de los personajes y de los recados, vemos a todo momento la mirada serena, comprensiva, cálida de esas dos ancianas –Victoria y Mercedes- que recuerdan el pasado, y se esfuerzan por entender las profundidades de la libertad humana, y de sus consecuencias. Una tolerancia y compresión que nos hablan de paz, de piedad, de perdón de misericordia. Los mismos pedidos que ponen en boca del Presidente Azaña cuando notaba que el conflicto bélico se le escapaba de las manos.
«Nada es verdaderamente real en las realidades humanas. Todo tiende a ser ficción. Todo se reviste de una importancia que no tiene y que, en cuanto se descuida, se convierte en aire (..) Vivir es eso: sortear las sombras, soportarlas con donaire y esperar que algún día la luz futura prescinda eternamente de ellas».
Un libro enriquecedor, que destila serenidad. Eso sí, muy Español, y por eso el idioma de este comentario; aunque se traduzca a otras lenguas, difícilmente se captará el meollo, salvo que el lector sepa incorporar el espíritu hispánico, como la Reina Victoria Eugenia hizo con maestría.