Agustin Alonso-Gutierrez. A Traición.
Un pequeño libro, que tenía anotado entre mis pendencias antiguas y con el que me hice casi por accidente, pues vino adosado a otra compra. Parece escrito para jóvenes, y debe serlo. El autor trabaja con guiones de televisión. Recordé las novelas de TVE que veíamos cuando éramos críos: la invasión Napoleónica, el Conde de Montecristo, Los Miserables. Un modo divertido y cautivante de aprender historia, y de zambullirse en la cultura clásica. Una provocación que te hacía querer saber más.
¿De qué va este libro, que es un guion de novela? Un cuadro histórico. 1625, en el Madrid de los Austrias con todo lo que tenemos derecho. Descripciones de calles y locales que a los madrileños les serán entrañablemente familiares. Un protagonista: Juan Martin, que “sólo quería ser soldado e irse a luchar a Flandes, porque todo esto me queda muy grande”. Pero nuestro héroe por accidente se ve metido en los tejemanejes da las conspiraciones palaciegas.
Palacios y estancias nobles, con todo el empaque de la época de Felipe IV, el rey planeta y juguetón, que dejaba el gobierno en las manos del Conde-Duque de Olivares, de D. Gaspar de Guzmán y Pimentel. “A paso rápido atravesaron un pequeño comedor, una sala de juegos en la que algunos caballeros lanzaban los dados, otra sala más tranquila en la que tres mujeres rezaban el rosario de rodillas, una estancia donde unos niños jugaban a la peonza con un joven paje”. Y gente sencilla y de condición modesta, como aquella “muchacha de modales distinguidos, alguien que se equivocó de cuna al nacer”.
La época es propicia para presentar a todos los personajes del siglo de oro, aunque nada tengan que ver con el argumento. Ahí aparece Lope de Vega, Calderón, Quevedo, Vélez de Guevara, Tirso de Molina, y un joven dramaturgo en ascensión, Pedro Calderón de la Barca. Y un personaje central, Antonio Spínola, el comandante del sitio de Breda, la ciudad que se rinde en el cuadro de las lanzas de Velázquez, que también aparece pintando en su taller.
El libro, divertido y de lectura rápida, sería un guion de película de espadachines de lo mejor, casi una versión hispánica de los tres mosqueteros, con derecho incluso a los tejemanejes del Cardenal Richelieu, que campea en los bastidores del libro. No se detiene a describir los personajes, todo es muy rápido, te lo imaginas, porque la acción predomina. Ni reflexiones, ni lamentos. Espada en ristre, y rapidez. Honra, capas y sombreros, duelos, y un siglo de oro entero como telón de fondo.