Gregorio Marañón: Amiel. Un estudio sobre la timidez. Colección Austral. Espasa Calpe Argentina 1944 Buenos Aires. 235p. (Epublibre. 240 págs)
Vuelvo sobre este libro que leí hace casi cincuenta años, cuando empezaba la facultad de medicina. Recuerdo perfectamente la ocasión. Fue una mañana, en el Consulado General de España en São Paulo, cuando bajando en el ascensor, tropecé con una persona con quien después hice amistad. Era el director cultural del Consulado, y observó que tenía entre mis manos el “Conde Duque de Olivares”, otra obra de Marañón. Comentó: “Un buen ensayo. Pero si vas a ser médico, tienes que leer Amiel”. Acepté el consejo y me hice con el libro, lo que en aquella época, finales de la década de 70, era un poco más penoso que ahora, que lo tienes a distancia de un clic.
Recuerdo que me impresionó, y llegué a hacer varias fichas, bajo títulos variados, que a veces utilicé en charlas, clases y conferencias. Pero, obviamente, en la época de juventud, me pasaron desadvertidas perspectivas que hoy, después de cuatro décadas de práctica profesional, brillan con otra luz.
Una de ellas, me la advirtió hace años, otro amigo, profesor de historia, que también conoce y admira a Marañón. “La vena histórica de D. Gregorio es la solución que encontró para en vez de hablar de sus propios pacientes -algo que la ética prohíbe- encarnar esos casos en personajes históricos”. A partir de esa conversación, empecé a encarar las biografías de Marañón, con ese doble sentido, que para mi resulta lógico, porque yo también acumulo muchas historias de mis pacientes. Y resulta que ahora -no en la primera lectura- sorprendo esta frase, casi al final del ensayo: “En lugar de referirme,— como pauta, a mis propios enfermos —en lugar de hablar de “Don X , de tantos años, de tal ciudad, con tales antecedentes, síntomas y reacciones”— he preferido servirme de este ejemplo”.
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