Pablo González Herrero: Mesa para Nueve. Relatos Entreverados
Printed in France by Amazon. ISBN: 979-88-7580-926-2

Recibo un ejemplar con autógrafo y dedicatoria provocante: espero que lo disfrutes o, por lo menos, que no lo sufras mucho. La confianza del autor tiene su historia, que la cuento después. El caso es que si, he disfrutado, muchísimo. Tanto que no pocas veces me sorprendí riendo, con ganas, sólo en mi cuarto. El humor irónico, atraviesa capilarmente páginas y personajes, no dejando, cuando se enfila con alguno, títere con cabeza.
La overture ya te coloca en esta tesitura: “Estuvimos dando vueltas a la manzana unos diez minutos. ya eran casi las diez de la noche. Pocas cosas llevo peor que tener buscar sitio para aparcar. Lo entendí como un castigo divino nuestra incorregible impuntualidad. Terminé metiendo el coche en un garaje que había en una calle paralela, uno de esos que parecen clandestinos, vigilados por un conserje de Europa del Este con uniforme ajado y dientes de oro, donde no se acepta el pago con tarjeta y en los que el mínimo error de cálculo supone reventar el retrovisor contra una columna. Le di una propina a Dimitri que le debió de parecer insuficiente porque compensó el déficit con una interminable mirada a las piernas de mi mujer, que ya subía por las escaleras de salida a la superficie”.
Así descortina el escenario de la curiosa cena que será el palco de la narrativa, o mejor, la pista para despegar aotras historias que -fui reparando después- son lo que más te engancha. La llegada al piso de la cena y la sorpresa con las estantes, “que estaban repletas de libros dados la vuelta, con las páginas mirando al frente y el lomo pegado a la trasera. ¿Cómo se podía cometer tal aberración? ¿Acaso se trataba de libros prohibidos? ¿Estarían vacíos de letras? La simple visión de ese despropósito me empezó a poner nervioso, no sé si por lo sacrílego o por la intriga de averiguar de qué títulos se trataba. El penoso gusto del resto de los elementos de la sala se quedó en nada en comparación con semejante desatino. Salí de mi estupor cuando me encontré con la mirada de Belén, que con sus ojos ambarinos me amenazaba como diciendo «ni se te ocurra hacer un solo comentario”. Y la aparición de la anfitriona, Tita “una mujer torbellino con una autoestima extraordinaria y un desconocimiento absoluto de sus límites, tanto que estaba convencida de no tenerlos”.
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