Mercedes Salisachs. “El Cuadro”.
LIbroslibres. 94 págs. Madrid. 2011.
Lo que son las coincidencias. Si es que de coincidencia se trata. Acababa de publicar mi comentario sobre la última película de Clint Eastwood Hereafter, cuando cae en mis manos el último libro de Mercedes Salisachs, que lleva fecha de febrero de 2011. Apenas había confesado mi admiración creciente por Clint, cuando me veo obligado a hacer lo mismo con esta escritora que continúa sorprendiéndome ¡con sus 94 años! Y si Clint filma un ensayo de transcendencia, Salisachs lo esculpe con su prosa magnífica, en esta miniatura de libro -94 páginas, como sus años- que tiene de encantador lo que tiene de corto. Y puestos a establecer puentes entre los geniales artistas longevos, Clint rescata a Marie de un Tsunami para hacerla protagonista de su ensayo, y Mercedes salva a Elena de un huracán que destroza su vida, en la que nada sobra a no ser un cuadro, el del título.
Quien prologa la obra advierte que los libros buenos son los que no acaban, los que continúan después en la mente y en el corazón de los lectores. Este es un ejemplo de la busca que todos emprendemos, antes o después. Algunos, como Manuel, el simpático protagonista, cuando se es niño; otros, jóvenes o quizá maduros; y algunos en el declinar de la vida. Emociona ver como después de una producción fecunda y premiada, esta autora nos brinda con la sencillez de la transcendencia. Como diciendo: estoy ya en otro plan, en otra perspectiva, en la que interesa. Es lo que ella misma afirma en las entrevistas de presentación del libro, cuando le preguntan si es creyente: “Si se refiere a la vida espiritual he comprobado que sólo con ella se puede obtener paz, que es lo que más se parece a la felicidad en este mundo”. Yo pienso que Mercedes Salisachs siempre ha contemplado esa dimensión transcendente, y nos lo ha hecho saber en sus libros. Ahora lo hace por boca de un niño para, quizá, recordarnos que el saldo de una vida se encuentra en la ecuación donde lo que cuenta es la sencillez, la pureza de corazón.
Parece que actualmente la escritora se ve obligada a escribir los textos con una sola mano por los achaques de su edad. Pero qué son esas limitaciones para quien goza de tan enorme sabiduría. Una sabiduría que arrastra, enseña e instiga, llevándonos a su terreno: “Yo escribo con mucha calma, pensando mucho; lo que quiero no es que la gente se entretenga leyendo, sino que reflexione, eso es lo que yo pretendo”. Enhorabuena, doña Mercedes: consigue su propósito. Yo, que soy un admirador y divulgo sus obras, compruebo que nadie sale indemne cuando le alcanza alguno de sus libros.